"Hay pisita de mi vida, toma la flor del olvido.
Hay pisita de mis ojos, para que te voy a querer, si no vas a permanecer con migo"
Por: “El diablo del boquerón.”
En nombre de dios comienzo y de la virgen su madre; de esta manera comienzo esta crónica y es así como se inicia el ritual festivo de la pisa de uvas en el valle de Caravelí, pisquero y vinero de nacimiento, y fiestero por añadidura. Caravelí sinónimo de buen vino e insuperable pisco, jactancioso de poseer las mejores tierras vitivinícolas del país, tiene como tradición, costumbre y ritual, celebrar más que efectuar la pisa de uvas.
Y digo celebrar por que es una fiesta; las pisas de uvas se dan en los meses de marzo y abril, y teniendo como único escenario el lagar de piedras, repleto de uvas, con una cuadrilla de pisadores, quienes siguen coreografías propias y coplas únicas. Dentro del lagar se imparten jerarquías; el capitán y su segundo, seguidos del cabo y su segundo y el afamado “Cinco”, personaje muy vivaz, cuya principal función es que nunca falte la “sal” (vino o cachina) a toda la cuadrilla incluyendo al músico. De esta manera se inicia la fiesta, con etapas bien marcadas con música y coplas para cada etapa a cargo de Lucho Montoya “Morris” único guitarrista de pisas, así se distinguen la tumba, el pasacalle, la levantada del orujo (la uva ya pisada) los brincos, la huasca y los toros.
Mención especial merece “La Marcha”, melodía de guitarra y violín, en sus mejores tiempos, hoy solo con guitarra, que marca el azote con ramas de sarmiento nombrando el patrón a sus subalternos, y estos a sus segundos, los azotes son tres y son en las posaderas, lo mejor viene cuando se castiga a algún pisador por perder el paso, no seguir la copla o ensuciar algún invitado, igualmente le cae tres azotes al ritmo de “La Marcha”, pero ni el patrón se salva, ya que si no castigo bien al pisador, la patrona lo castiga a él, ante los ojos y la algarabía de los invitados, todos ya sazonados por toda la cachina degustada.
De esta manera va transcurriendo un día de pisa, con cantos, música, alegría y harta cachina, los mostos comienzan a fermentar en las antiguas tinajas de barro y los asistentes cada vez mas animados y alegrones, el vino y la cachina hicieron de las suyas.
El epilogo de una pisa lo marcan los juegos, luego de que se ha sacado todo el jugo a la uva, comienzan estas coreografías festivas y de competencia, el capitán llama al cabo y a ritmo de guitarra se encuentran en una competencia de pasar la pierna por encima de la cabeza del otro, segundo capitán llama a segundo cabo y así hasta llegar a los rasos, este es el juego de los “Brincos”, luego continua la “Huasca”, similar a lo anterior, solo que ahora es todos contra todos, los juegos terminan con los “Toros”, cada pisador embarra su cabeza con orujo y ensucia a los asistentes como si estuviera embistiendo a manera de toro, la emoción es incontrolable llegando en muchas oportunidades a caer gente al lagar, con este juego culmina una pisa de uvas en el valle vitivinícola de Caravelí, una tradición que aun persiste y se niega a desaparecer, ya que las modernas despalilladoras y prensas
harían el mismo trabajo con menos costo de producción y menor tiempo empleado, pero
no remplazaría una tradición y la alegría de todo un pueblo.
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